Por Juan Carlos Luna Barberena, socio director de Lawgistic y co-fundador de LAWIT GROUP
La forma de realizar el trabajo legal está enfrentando un gran reto de transformación. Ningún país es ajeno a la transformación que se está dando en el sector legal a nivel global, derivado de los avances tecnológicos y de las tendencias y exigencias por innovar en la prestación de los servicios legales. Lo que si hay son distintos niveles de maduración y de adopción, ya que aunque todos estemos en la misma tormenta, no todos vamos en el mismo barco.
El concepto de disrupción legal implica la necesidad de aplicar cambios importantes en la forma de conceptualizar, administrar, y gestionar el trabajo tanto en los despachos como en las empresas. Esto representa una gran oportunidad, pero también un importante reto.
En el caso de los despachos de abogados hay varias fuerzas que están presionando y motivando esta transformación. Pero cuatro son innegables:
1. Los clientes están forzando a los despachos a innovar debido a presiones de costos.
2. Existe una competencia cada día mayor, por mantenerse como una opción relevante y competitiva.
3. La realidad económica aunada al desarrollo tecnológico exigen mayor eficiencia en la forma de desempeñar el trabajo legal.
4. La pandemia hizo necesario que todos empezaran a operar virtualmente y a implementar ajustes que de otra forma hubieran tardado años en considerar aplicar.
A continuación, menciono algunos ejemplos de cómo la transformación digital juega un papel fundamental en la operación de los despachos, y de las condiciones necesarias para aprovechar las oportunidades que esto ofrece:
A. Un nuevo enfoque tecnológico
Los despachos deben actualizarse y al igual que lo están haciendo prácticamente todas las demás áreas profesionales, deben incorporar la tecnología a su modelo de negocio y a su forma de operar.
Los despachos que crean que la transformación digital no tiene nada que ver con su estrategia de negocios, no solo estarán desaprovechando una gran oportunidad de negocios, sino que estarán poniendo en riesgo su propia capacidad de sobrevivencia ante una realidad que exige mayor eficiencia en su gestión.
Los despachos que no quieran quedar ajenos a las oportunidades de negocios relacionadas con la transformación digital de la sociedad y de los negocios deberán conocer las tendencias y las herramientas existentes, y dejarse asesorar por expertos que los guíen en este proceso, para ir avanzando en aspectos tan prácticos, como los siguientes:
i. Lograr un mejor control administrativo.
ii. Agilizar sus procesos de gestión interna y externa.
iii. Innovar en la capacidad de prestar sus servicios.
iv. Integrar en su modo de trabajar herramientas y soluciones tecnológicas que ya han revolucionado la práctica legal.
La exigencia de que los despachos operen con la misma eficiencia que otras áreas profesiones ha ido en aumento en los últimos años. Esto es ya evidente en países más avanzados en relación con la implementación de nuevas fórmulas de operación legal, cuestión que está generando presiones competitivas y de mejores prácticas comparativas. Es en este momento, cuando los despachos en buena medida empiezan a darse cuenta de la importancia de adaptarse al cambio, conocer las realidades de otros países, asegurar las inversiones necesarias, y adoptar un compromiso por entender mejor cuáles son las diferentes opciones de aplicaciones tecnológicas, y como estas pueden ayudarles a mantenerse competitivos.
La tecnología es un medio para hacer cosas, de forma más rápida, eficiente, sencilla, y medible. Es una herramienta para utilizar los datos y la información y ponerla al servicio del trabajo legal. Quienes la implementen eficazmente tendrán una importante ventaja sobre quienes se resistan al cambio. Y eso, es solo el primer paso, ya que hasta aquí, estamos hablando de los beneficios que otorga en la parte netamente administrativa y de gestión. El salto quántico es cuando esas herramientas se aplican a las cuestiones estratégicas y a la inteligencia del negocio legal como tal.
B) Lo importante es el negocio, no la tecnología.
La tecnología es un medio para hacer cosas, de forma más rápida, eficiente, sencilla, controlada, transparente y medible, pero sin una clara visión estrategia, y sin un buen plan de negocio, por si misma, no resuelve nada.
Hasta ahora ha existido una falsa noción de que la tecnología es la clave, cuando la clave es el impacto de la tecnología en el negocio. Y en ese impacto, la adaptación a sus propias necesidades y esquemas de operación es fundamental. Por eso, un primer paso consiste en establecer, o en su caso rediseñar un plan de negocio claro, ágil, moderno e innovador, así como el tener el liderazgo para impulsar el cambio de cultura necesario para su adaptación y utilización.
C) Un enfoque de servicios integrador.
Los despachos mejor preparados para reaccionar ante el desafío tecnológico de su propia re-invención serán aquellos capaces de ofrecer un enfoque integrador que logre conjuntar lo específicamente tecnológico con lo estratégico y lo jurídico. De tal manera que los grandes beneficios se trasladarán a los clientes, quienes percibirán el valor añadido de aquellos despachos que sean capaces de actuar proactivamente en la intersección de lo legal y lo tecnológico. Ahí es donde la distancia entre quienes logren ese modelo de eficiencia, y quienes no, se vuelve exponencial.
D) Equipos multidisciplinarios.
La disrupción de la industria legal se da en buena parte por el acceso a nuevas herramientas, pero también por la colaboración con otras especialidades y áreas profesionales. Para los despachos esto supone el reto de trabajar de forma más colaborativa con otros profesionales que enriquecen la capacidad de análisis de asuntos y de gestión del despacho, y su apertura a nuevas fórmulas de cooperación. En muchos despachos ya trabajan economistas, ingenieros, analistas, comunicadores, etc… Una de las áreas de más crecimiento en despachos grandes alrededor del mundo ha sido el puesto de Chief Technology Officer, o Chief Data Scientist, esto en escala de despachos pequeños o medianos se puede también atender con soporte especializado externo, ya que esa función se ha convertido en una parte estratégica del negocio legal. El acompañamiento tecnológico en funciones ya existentes en los despachos nos exigirá derribar esos muros tradicionales en la forma de operar y sentar a distintos profesionales en la misma mesa de trabajo del abogado.
E) Compromiso con la aportación de valor al negocio.
La contribución del abogado debe ir encaminada a hacer una aportación de valor al negocio de sus clientes. Desentendernos de los objetivos estratégicos de las empresas asesoradas o desconocer la exigencia que existe de que el servicio legal sea más eficiente, predecible, ágil, y razonable en cuanto a costos, no es una opción. Lo que esperan las empresas de sus despachos es que logren dar una aportación de valor que se base en tres ejes fundamentales: conocimiento, profesionalismo y eficiencia. Sin un ADN tecnológico dentro de la estructura y estrategia del despacho es imposible ofrecer esos niveles mínimos esperados, ya que estaría en el mejor de los casos operando a una velocidad, y con una capacidad de conocimiento, gestión, y agilidad lejos de las nuevas exigencias. De ahí que la transformación digital de los despachos no sea una opción sino una condición de sobrevivencia.
F) No solo transformación digital.
La transformación digital es un gran reto en el mundo legal global y es indispensable para mantener la relevancia de los servicios legales. Por el lado de la necesidad del cliente, este busca que sus abogados le puedan dar el acompañamiento necesario para que le presten apoyo y servicios de consultoría, diseño, desarrollo e implementación en procesos y necesidades empresariales concretas en los que la tecnología está necesariamente involucrada: soluciones en la nube, incorporación de fintech, fusiones y adquisiciones, desarrollo de políticas de compliance, operación de litigios, gestión de contratos, y control de asuntos entre muchos otros. En todos estos casos, la implantación del software es solo una parte de un todo que tiene que preocuparse por el encaje en el negocio y en el entorno regulatorio y la evaluación de la viabilidad financiera y los riegos de esos proyectos. De ahí que la propia gestión legal se tope con la nueva naturaleza de los negocios de los clientes, que en general asumen y adoptan nuevos esquemas de automatización, digitalización y modernidad, a los que al abogado debe responder y adaptarse.
G) Comunicación y aprendizaje
Todo ello obligará a los despachos a hacer un esfuerzo de comunicación y aprendizaje con sus equipos internos y con sus clientes, imponiendo dinámicas de trabajo mucho más transversales, estando atentos de las oportunidades de negocio relacionadas con la transformación digital y la incorporación de la tecnología, para mostrar cómo desde los despachos se les puede ayudar para hacer estos procesos exitosos y generadores de valor.
Conclusión
Los clientes están forzando a los despachos a innovar, y los despachos están descubriendo que para poder competir y crecer, tienen que implementar herramientas que los hagan más eficientes y competitivos.
Sin duda nos encontramos en un momento clave en el sector legal, donde los despachos han de ser plenamente conscientes de la necesidad de adaptarse a los nuevos tiempos y responder a las exigencias de un mercado cambiante.
La gran pregunta es: ¿por dónde empezar?
El primer paso es estar informados de lo que está ya sucediendo, de cómo ha impactado a la práctica legal en distintos lugares, en entender las experiencias que el mercado ya ha tenido y las tendencias y herramientas que existen.
El siguiente paso será el definir cómo reaccionar ante tales circunstancias, en base a la realidad y necesidad de cada uno. No existen fórmulas mágicas e iguales para todos. Lo que se necesita para ser exitosos en esta transformación es hacerlo con ajustes a la medida, y ahí está la gran necesidad de abrirse a la ayuda de expertos que puedan guiarlos en ese proceso.
La transformación digital de los despachos no es una opción sino una condición de sobrevivencia.