Por Carolina Flores, socia, Arias-Costa Rica
El Impuesto Mínimo Global consiste en una iniciativa que busca establecer un impuesto mínimo que aplicaría a todas las empresas multinacionales, con el fin de evitar que estas tomen la decisión de donde establecer sus operaciones con base en razones fiscales y la consecuente competencia entre países de brindar cada vez mejores condiciones tributarias a este tipo de empresas para atraer su inversión.
Para esto, los países se tendrían que poner de acuerdo en establecer un piso mínimo tributario que les sería aplicable a las empresas multinacionales. Los países podrían seguir dando condiciones más preferenciales a las corporaciones, pero el país de origen de estas podría aplicar la tasa mínima acordada, lo que eliminaría el incentivo a operar en los llamados paraísos fiscales.
Esta iniciativa se encuentra todavía en discusión y análisis y por lo tanto se deben definir muchos temas antes de su aplicación, como, por ejemplo, cuál sería la tasa mínima. Históricamente se ha hablado de una tasa del 12 %, sin embargo, recientemente el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, habló de una tasa del 21 %. Es justamente el apoyo de Estados Unidos a esta iniciativa lo que ha dado recientemente un empujón a su discusión. Por razones políticas internas al Gobierno de Biden le conviene apoyar un impuesto mínimo global alto, sin embargo, el consenso general a nivel internacional es que una tasa del 21 % es demasiado alta y pondría en una situación muy difícil a los países en vías de desarrollo. Por otra parte, es de esperar que muchos países, aunque acepten el impuesto mínimo global, implementen otro tipo de medidas y excepciones para seguir atrayendo inversión dentro de sus fronteras.
Los argumentos a favor del Impuesto Mínimo Global parecen difíciles de rebatir. Todos querríamos que los países compitan por el capital con verdaderas “capacidades”: talento humano, infraestructura, estabilidad política; en lugar de hacerlo mediante el cobro de tasas impositivas bajas. Sin embargo, también es cierto que la competencia entre países por ser más eficientes en el cobro y uso de sus recursos es un sistema que evita que los gobiernos se vuelvan monopólicos e ineficientes, no es del todo malo que los países tengan que competir por el capital con bajas tasas impositivas y así se fuercen a ser más eficientes en el uso de sus recursos.
¿Cómo afectaría esto a Costa Rica? Costa Rica no es lo que se considera un paraíso fiscal, la carga tributaria es de las más altas en Latinoamérica. Sin embargo, nuestro sistema de Zonas Francas definitivamente busca atraer la inversión mediante el otorgamiento de beneficios fiscales a empresas que se establezcan en nuestro país. Hasta el momento, todas las reformas fiscales que se han aprobado y que están en análisis han dejado intacto el Régimen de Zonas Francas debido a los grandes beneficios que las empresas operando en este Régimen aportan a nuestro país. Sin embargo, también es cierto que Costa Rica ha hecho un gran esfuerzo por ser miembro de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OECD), principal organismo que apoya la implementación del Impuesto Mínimo Global. Si Costa Rica quiere tomar los compromisos que ser miembro de la OECD conlleva con seriedad, debería de una vez por todas trabajar en todos los temas estructurales que urgen y que nos pueden llevar a atraer inversión extranjera en un futuro sin que necesariamente tengamos que dar condiciones fiscales más beneficiosas: educación, infraestructura, costo de la vida, eficiencia en la gestión y ambiente de negocios. Ahora más que nunca debemos tratar de ser un verdadero competidor por el capital internacional y asumir con seriedad los compromisos que conllevan ser un país miembro de la OECD.